Tenía curiosidad por visitar este restaurante. Varios seguidores de este blog me habían recomendado que fuera a probar su carta, pero lejos de hacerlo desde un tono de admiración por las artes culinarias del lugar, sentí que lo hacían con la pícara intención de ver algún comentario negativo sobre el mismo.
Y la verdad es que el único comentario negativo que puedo hacer es económico, pero desde el punto de vista de los propietarios del restaurante, porque creo que la inversión que han hecho en este local no la recuperarán ni en los próximos cien años venideros.
Como decía, la recomendación de varios lectores del blog me llevó a repetir menú en el restaurante hasta tres veces antes de escribir estas letras, y debo confesar que de las tres sentadas una no me gustó demasiado, creo que más porque no supe escoger que por la calidad del plato, habiendo disfrutado en las otras dos visitas bastante.
La primera vez que fui lo hice como invitado y con la expectación por lo que había de llenar en este artículo, pero más allá de un servicio rozando la pesadez por el intento de agradar (había momentos que pensaba que tenía un dios hindú detrás de mí sirviéndome a la vez con sus múltiples brazos), lo cierto es que el menú que degusté, filete de mero a la veracruzana, me encantó. La misma sensación aprecié en el resto de comensales con sus elecciones, y para ser honestos, tanto esa vez que pedí mero como la vez que pedí atún, creo que son dos de las veces que he comido pescado más sabroso en los últimos diez años en la zona. En concreto el plato de atún blanco sellado con costra de parmesano, ajo frito y pan molido me pareció excelente. Por contra, si bien el filete de pescado es de matrícula, creo que los arroces y los guisos no son su mejor virtud.
Es importante destacar de este restaurante la decoración, a mi gusto excesiva y un tanto anticuada, pero que rezuma lujo ochentero en cada costura como las marisquerías de ciudad de interior. Acuarios, langostas vivas, madera, cristal, mucha marinería y una bodega en la que no me importaría pasar un par de días. Es evidente que con este escenario los precios no van a ser económicos, pero tampoco es un lugar que preste al engaño, e incluso me atrevería a decir que para lo que uno recibe y la cantidad ingente de dinero que se han gastado en ese local, los precios son más que justos.
Además, como entradas sirven panes de diferentes modalidades y unas empanadas obsequio del ché. He preguntado las tres veces si sabían si la receta la había dejado escrita el propio Ernesto Guevara antes de ser baleado en Bolivia, pero ninguno de los camareros que nos atendieron fue capaz de responder a esta pregunta…